Llegó al aeropuerto, tomó otro café, esperó durante cuatro horas el vuelo a Paris, siempre pensando que él entraría en cualquier momento, ya que, antes de dormirse, le había dicho la hora de su salida. Así era en la películas: en el momento final, cuando la mujer está casi entrando en el avión, el hombre aparece desesperado, la agarra, le da un beso, y la lleva de vuelta a su mundo, bajo la mirada risueña y complaciente de los funcionarios de la compañía aérea. Aparece la palabra "Fin", y todos los espectadores saben que, a partir de ahí, vivirán felices para siempre.
...
Pero nada de eso sucedió.
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Las puertas de abrieron, los pasajeros salían y se abrazaban con alguien que los esperaba, la mujer, la madre, los hijos. María fingió que nada de aquello iba con ella, al mismo tiempo que pensaba de nuevo en su soledad; aunque esta vez tenía un secreto, un sueño: no era tan amarga, y la vida sería más fácil.
-Siempre nos quedará Paris.
No era un guía turístico. No era el chofer de un taxi. Sus piernas temblaron cuando oyó la voz.
-Siempre nos quedará Paris?
-Es la frase de una película que me encanta. Te gustaría ver la torre Eiffel?
Si, muchísimo. Ralf llevaba un ramo de rosas, y los ojos llenos de luz, la luz que ella había visto el primer día, cuando la pintaba mientras el viento frío la hacía sentirse incómoda por estar allí.
-Cómo has llegado antes que yo? -preguntó para disimular la sorpresa, la respuesta no tenía el menor interés, pero necesitaba algún tiempo para respirar.
-Te vi leyendo una revista. Podría haberme acercado, pero soy romántico, incurablemente romántico, y creí que sería mejor tomar el primer puente aéreo para Paris, pasear un poco por el aeropuerto, esperar tres horas, consultar un sinfín de veces los horarios de los vuelos, comprar tus flores, decir la frase que Rick le dice a su amada en Casablanca, e imaginar tu cara de sorpresa. Y tener la certeza de que eso era lo que tú querías, que me esperabas, que toda la determinación y la voluntad del mundo no bastan para impedir que el amor cambie las reglas de un momento a otro. No cuesta nada ser romántico como en las películas, no crees...?
Jamás en la vida dejaré de amar este libro, en verdá sólo esa parte...es tán así.-